«Jesús dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»  Juan 20:27

Cuando Jesús resucitó, las mujeres corrieron a avisar a todos los discípulos la buena nueva de gran gozo, sin embargo, Tomás se mantuvo escéptico. No fue sino hasta que Jesús lo invitó a que lo comprobara tocando las marcas de la crucifixión en su cuerpo que pudo creer.

Nuestra fe debe de estar puesta en Cristo aunque no le veamos teniendo tal certeza por medio de la fe. Para depender de Dios tenemos que ejercer la fe, y para tener fe tenemos que conocerle estrechamente, acercarnos a Él. La convivencia día con día, nos lleva a conocer por qué cosas late su corazón, qué es lo que le agrada y qué lo que le desagrada; cuando te das cuenta de su fidelidad y de su amor y comprendes que jamás te abandonará, es cuando tu fe crece y se fortalece.